Buenos días, ¿a donde quiere que le lleve el señor? - preguntó Miguel
¿A tomar por culo quizás?- respondi yo
Ummm, no se donde queda eso.. pero mira, hablando de culos, vamos a ir a una cafetería que tiene una camarera...
Miguel y yo eramos amigos desde la infancia, de esos amigos que muy poca gente tiene, un amigo de verdad. Siempre estaba allí cuando lo necesitaba y confiaba plenamente en él. Me llevó a una cafetería donde nunca antes había estado y si, tenía razón, aquel culo valía la pena. Pedimos un par de cafés disfrutando de aquel placer para los ojos, deseando que se diera la vuelta para ir a la barra y poder disfrutar de aquel maravilloso regalo envuelto en vaqueros, pero es que toda entera valía la pena.
La verdad es que no se como haces - dije yo - pero siempre das con los locales con las camareras más cachondas del mundo
Sólo hay que saber escuchar, amigo mio, sólo escuchar - dijo Miguel- unos compañeros de trabajo estaban hablando el otro día de ella y la verdad, tenían razón en todo lo que decían.
¡Señorita! - grita un cliente - le pedí que el café estuviera templado, no frío, este café está helado... tráigame un café templado de verdad y no esta mierda
La camarera se aproximó con un nuevo café pidiendo perdón toda nerviosa.
Le ruego que me disculpe señor, pensé que estaba templado.. - le dijo derramando un poco de café por los nervios - ¡oh! Perdón, ha sido sin querer
Está claro que la han contratado aquí por niña bonita, no por su inteligencia... seguro que su jefe tiene otros planes para usted... - dijo el cliente malhumorado - mierda de país, aquí contratan a cualquiera.
La camarera volvió a la barra para recoger nuestros cafés. Se acercó a nosotros y nos los sirvió acompañados de unos trozos de bizcocho.
No deberías dejar que nadie te hable así - le dije - no tiene derecho a hacerlo
La camarera me miró durante un segundo, bajó la mirada y me dijo - no tengo más remedio, necesito el trabajo - y se volvió a la barra a dejar su bandeja vacía.
Ves, a esto me refiero cuando te digo que no es el trabajo... es la gente - le dije a Miguel - como puede estar uno contento de su trabajo si en cualquier momento puede llegar un gilipollas y amargarte el día. Es que yo clientes como ese idiota calvo y feo de ahí, que vienen buscando guerra, que parece que la única manera que tienen de sentirse importantes es echando mierda sobre los demás, de ese tipo de clientes yo tengo unos cuantos...
Tampoco creo que sea para tanto - dijo Miguel - hombre, cierto es que yo trabajo en una fábrica, en una cadena de montaje y sólo tengo que aguantar a mis compañeros...
Tu trabajo no depende de ellos, depende de ti - le dije - tu tienes tu puesto asignado, haces lo tuyo durante las 8 horas del turno y te vas, no tienes que aguantar a nadie, como mucho puede venir el encargado a meterte prisa si ve que la producción va muy lenta, pero tu y yo sabemos que eso te da igual, que no vas a trabajar mas deprisa de lo que tu cuerpo te permita...
Si, bueno, mi trabajo es mas fácil de llevar que el tuyo... pero si aprendieras a vivir con ello, si te diera por culo lo que hagan otros y sólo miraras lo tuyo, tío... ¡son ocho horas y te vas para casa! Deja el trabajo en el trabajo, que te de igual lo borde que sea la gente a veces, pasa de ellos.
Es muy fácil de decir pero son muchos años aguantando - le di el último sorbo a mi taza de café - si te soy sincero, una parte de mi esta pensando en levantarse, acercarme a aquel idiota y estamparle la cabeza repetidamente contra la mesa hasta que le pida perdón a la camarera. Creo que ni escuchándole pedir perdón me sentiría a gusto.
Ni la camarera creo que estuviera muy contenta de que hicieras eso - dijo Miguel
Si, seguramente perdería el trabajo por mi culpa, pero ya te digo, lo pienso pero ni se me ocurriría hacerlo, no sería capaz. - le digo a Miguel mirando al cliente tomando su puñetero café templado
¿Ocurre algo? - me pregunta malhumorado al darse cuenta que le estoy observando
Por suerte para usted, no ocurre nada – le digo – pero beba tranquilo no se vaya a atragantar y le siente mal el café
Juventud – me dice levantándose rápidamente – ya no respetan nada
Disculpe a mi amigo señor, hoy no tiene un buen día – le dice Miguel – ya le invito yo al café
No tenía pensado pagar esta mierda – dice antes de salir por la puerta – ni el bizcocho estaba bueno
Tio, ¿qué te ha pasado? - me pregunta Miguel – tenías que verte la cara... yo creo que se ha marchado por que le has acojonado. Tenías una mirada que daba miedo.
¿En serio? - le digo a Miguel mientras observo como la camarera me mira con las mejillas coloradas a la vez que deja escapar una tímida sonrisa – pués no lo sé, digamos que necesitaba decirle algo
Cambiamos el tema y estuvimos charlando de nuestras cosas hasta que llegó el momento de irse. Miguel se hizo cargo del café del cliente malhumorado tal y como había dicho, aunque la camarera no se lo quería cobrar, pero Miguel siempre cumplía lo que decía. Abandonamos el bar para emprender la vuelta a casa.
No me lo digas - dijo Miguel - te dejo en el GAME que hay cerca de tu casa. Tienes que comprar algún juego...
Si - dije entre risas- hoy sale a la venta el Golden Sun de la DS, sabes que los juegos de rol por turnos me encantan.
Bueno, pues allí te dejo, recuerda que mañana vamos a tomarnos unas copas a la disco cuando salgas de trabajar - dijo Miguel – no olvides ponerte guapo y echarte algo de gomina para ver si te conseguimos una novia seria, que ya va siendo hora.
Si, después de trabajar... Que coñazo, odio el turno de tarde - le dije - las mañanas se pasan volando y las tardes van a cámara lenta.
Nos subimos al coche y tal y como habíamos hablado, Miguel me dejó en el GAME de mi calle. Allí ya me conocían, era muy buen cliente, vamos, que me dejaba allí medio sueldo todos los meses mientras ampliaba mi colección. Después de comprar el juego fui a por otra de mis aficiones, el Manga, cómic japones. Otra de mis pasiones era la lectura de estas pequeñas joyas. Me gustaba convertirme en pirata leyendo One Piece, pero mi manga favorito era el de Kenshiro. El puño de la estrella del norte, la historia de un hombre en un mundo apocalíptico buscando venganza, destrozando a sus enemigos con sus propios puños, haciéndolos saltar en pedazos. Como me gustaría tener la fuerza de Kenshiro para que nadie se atreviera a tocarme los huevos...
Al llegar a casa después de pasar por la librería a coger un par de cómics me encuentro a mi madre metiendo los platos en el lavavajillas.
Pero que desastre eres... tanta maquinita y tanto videojuego y no eres capaz de poner un lavavajillas.. Te he planchado algo de ropa y te he puesto la lavadora. Te he traido salsa para los spaguettis, de la que te gusta a ti y te cambié la ropa de la cama... apestaba, igual que el pijama... ¿cuando fue la última vez que te cambiaste de pijama? - me preguntó mi madre
No lo sé mama... - le respondí sonriendo- siempre espero a que seas tú quien lo eche a lavar
Desastre de niño - dijo ella – si tu padre levantara cabeza
Se daría contra la tapa del ataud...¡que tengo 30 años! - le grité desde el baño mientras me sentaba a hacer lo que todo el mundo hace cuando se sienta en el water con una revista...
Una mujer, deberías buscarte una mujer - gritó mi madre - esto no puede seguir así, que yo no voy a estar siempre para cuidar de ti
Ya busco mama, ya busco... - le digo mientras hago fuerza - pero no encuentro nada digamos... ¿gratis? Ufff, tengo que dejar de comer chocolate...
Bueno, tienes un uniforme limpio encima de la cama. Me marcho que tengo que ir a hacer unos recados. Anda dame un beso - dijo mi madre entrando en el baño.
¡Mama por dios que estoy cagando! - le grité
Pues no dejes la puerta abierta, cojones- me respondió
Escuché a mi madre cerrar la puerta mientras yo me pasaba una toallita húmeda por el culo. Salió limpia, cuando me limpiaba el culo y salía la toallita límpia, eso para mi significaba que iba a tener un buen día. Tiré de la cadena, me lavé las manos, fui a la cocina y puse agua a hervir. Habia que aprovechar aquella maravillosa salsa de spaguettis tan rica que hacía mi madre. Eché un paquete de medio kilo en el agua y mientras removía me preguntaba por que el wii fit se empeñaba en decirme que estaba más gordo cada día con lo bien que comía. Comida casera, todo natural. No lo entiendo. Abrí el armario y me tomé lo que quedaba de la tableta de chocolate pensando en que sería la última vez que tomaba ese manjar que me provocaba estreñimiento. Cuando terminé de comer ya eran los 13:30 y entraba a trabajar a las 14:00. De buena gana me echaba una siesta de tres o cuatro horas aprovechando el hinchazón de barriga, pero no podía ser así. Tenía un jefe un poco gilipollas que no entendería que quisiera quedarme a dormir en vez de ir a trabajar. Fui a mi cuarto y me cambié de ropa mientas observaba los mangas colocados de manera ordenada llenando las estanterías que cubrían las paredes de mi dormitorio. Me los había leído todos y bien orgulloso que estaba de ellos. Cerré la puerta con llave, bajé en el ascensor y me dirigí andando hacia mi trabajo que estaba a dos manzanas de allí. Al llegar mi compañero Luís me hace saber que nuestro jefe está de mala leche. Una oleada de robos en el barrio a puesto en alerta a todos los comerciantes y quizás algún día le toque el turno al 24 horas.
De mala leche tendríamos que estar nosotros, esta tienda no tiene ningún tipo de seguridad - le dije – estamos completamente vendidos desde el mismo momento en que entren por la puerta. No tenemos ni cámaras, es una vergüenza.
Si, ya lo sé, precisamente por eso tiene miedo, a que si vienen a robar la compañía de seguros no se haga cargo, por no tener ni un botón de alarma - dijo Luís
Puto cabrón - dije yo - ya pueden venir, pegarnos un tiro, que lo único que le importa es su puñetera tienda y el dinero que gana en ella
Se sospecha que puedan ser rumanos osea que andate con ojo - dijo Luis mientras se marchaba – tienen fama de violentos.
Me andaré con cuidado, si vienen, por mi, se lo pueden llevar todo, con la mierda de fondo de caja que nos dejan - dije yo mientras contaba el dinero para comprobar que no faltaba nada.
Ocho horas por delante. Ocho horas en las que lo máximo que me pudieron robar fue alguna revista o algún paquete de galletas de los del fondo, donde la imagen reflejada en el espejo no se alcanza a ver bien. Realmente me daba igual, que se llevaran todas las galletas. Sólo pensaba en el momento de marcharme a casa, cenar otro plato de spaguettis con salsa de la que me trajo mi madre y sentarme delante de la consola a jugar. Después leería un poco de manga y dormiría hasta que el despertador me diera los buenos días a su manera. La tarde se me hizo lenta, pesada y aburrida, como todas las tardes, pero el tiempo pasa y al cabo de ocho horas vino mi compañera a darme el relevo y me fui para casa. Lo prometido es deuda. Cené otro plato de spaguettis y me senté en el sofá delante de mi maravillosa pantalla de televisión. Encendí la ps3 junto al equipo de sonido y a disfrutar de mi otro mundo.
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